OPINION // DRA. CLAUDIA VIVEROS LORENZO// SIN MEDIAS TINTAS.
Nos hemos convertido en ollas exprés. Traemos mecha corta. Explotamos a la mínima provocación y estamos sacando calificaciones menos cero en inteligencia emocional. El pasado 10 de julio corrió la noticia de una pelea por un cajón de estacionamiento en el Puerto de Veracruz, donde uno de los implicados resultó con un cuchillo enterrado en el rostro lo que hizo que perdiera su ojo. Todo en cosa de minutos. Todo por un espacio donde estacionar el auto. Sí, por un cajón de estacionamiento. No fue por honor, por amor o en defensa propia. No. Fue por un lugar de aparcamiento. Increíble. Este no es un hecho aislado.
De este suceso hay dos acciones importantes a considerar. La primera: ¿porqué estamos circulando armados? (un cuchillo es un arma blanca, pero arma al fin), y la segunda, el “agresor” perdió los estribos, pero también actuó civilmente y no abandonó el lugar de los hechos, cosa que habla todavía de un sentido de responsabilidad y sentido común (aunque por perder lo segundo en cosa de dos minutos, la vida le cambió).
Fue el hecho de la semana, pero todos sabemos que cosas así vemos a todas horas y en todo lugar. Con la facilidad de traer un celular con cámara de video, tenemos la posibilidad de hacer “viral” este tipo de situaciones, que muchos toman a burla, pero que deberían detenernos a reflexionar. Se nos está haciendo tan común ver a la gente explotar en el cine, en el banco, en el supermercado, etc., que es por eso que las “ladys” y los “lords” estas en aumento. Busque en google, verá como encontrará imágenes inimaginables.
¿Qué nos está pasando? Saltan muchas dudas. ¿Porqué empezamos a circular armados?. ¿Tenemos miedo de todos?. ¿No sabemos solucionar más que a través de la violencia?. ¿Qué nos falta?.
Estamos el los límites del stress. Es un hecho que la vida que estamos llevando no es sana. Trabajar para consumir. Trabajar para llevar estilos de vida de fantasía, para tener la posibilidad de adquirir más y más deudas. Trabajar para soñar que vivimos, pero es todo lo contrario. Estamos carcomidos, ahogados, rebasados. No tenemos tiempo de nada. No respiramos. No tenemos control sobre nuestras emociones y nos saboteamos, dejamos que éstas secuestren nuestra voluntad. Los que estamos en la tribuna, lo que nos hemos vuelto espectadores, entramos al circulo, desempeñando un papel voraz, en donde aplaudimos la perdida de los estribos del vecino y volvemos a los personajes en cuestión en figuras públicas fugaces.
Es urgente mirarnos, conocernos y autocontrolarnos. No podemos ir por la vida siendo “fósforos” que a la menor provocación se encienden y arman incendios. Si no tenemos control propio, desencadenamos tragedias de diversas índoles y provocamos infiernos que podemos evitar. ¿Recuerda la campaña que en los 80s Televisa lanzó y nos invitaba a contar hasta 10?. A muchos les parecía de risa, pero era magnifica. Nos conducía a pensar con inteligencia sobre nuestros actos, a respirar ante un acto que despertara nuestra agresividad. Cuente hasta 10. Tómese esos segundos de reflexión, los cuales le pueden salvar de vivir muchos “aprietos” que después pueda lamentar. La autoconsciencia y la habilidad de poder ser dueños y amos de nuestras emociones nos hacen personas más ecuánimes y mucho más atractivas en cualquiera de los ámbitos donde nos desempeñemos. Piense en el prójimo como en usted mismo. No sea presa de una emoción. Evitemos que este tipo de sucesos, como el que narré al principio de estas líneas, sigan propagándose y siendo tomadas como algo natural. Solo es cosa de buena actitud ante cualquier circunstancia.
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