Por Ángel Álvaro Peña
Los resultados de las elecciones del pasado 18 de octubre en Coahuila e Hidalgo, deben tener lecturas más frías y profundas de las que aparecieron en el momento en que los resultados se dieron a conocer.
Hay derrotas que arrojan victorias y viceversa, sobre todo en el mundo de la política, de tal suerte que habría que ver con claridad que, si bien hay acusaciones de fraude, cuando hay votaciones aplastantes sobre un candidato o partido no hay fraude que valga o pueda imponerse por mucho tiempo.
La victoria del tricolor en la elección del pasado domingo no es sorpresa, lo sorpresivo radica en dos partidos que no estaban en cresta del análisis político y que ahora deben ser puestos bajo el microscopio del análisis.
El primero es el PAN, que es definido como el gran perdedor, porque ganó algunas alcaldías de las 84 de Hidalgo, y algunos distritos en Coahuila, pero no lo que esperaba. La carencia de liderazgo real ahora les cobra una factura que parece irreversible, sobre todo si persiste en su campaña de lodo contra todos.
El otro partido político que debe tomarse en cuenta es el PRD, que demuestra que ha trabajado con sus bases, ha reforzado sus liderazgos y renovado su política. Pero sobre todo, ha demostrado que los rijosos se fueron a Morena y las broncas internas de ese partido son evidentes, toda vez que no se ponen de acuerdo ni en el método para elegir dirigente.
El PRD es el único partido político que ha trabajado con su organización de 2018 a la fecha. Esta tarea la han llevado a cabo los jóvenes y las mujeres perredistas, quienes en entidades como Veracruz se preparan con la gente para competir por los cargos de elección popular con miras a ganarlos; sin embargo, el resto de los partidos ni gobiernan ni dejan gobernar, en cambio el PRD aprendió de sus errores y se fortaleció.
Lo que en un principio fue una especie de bipartidismo en México, entre el PRI y el PAN, ahora hay cuatro partidos en juego competitivo. Hay que añadir al PRD y a Morena, en igualdad de circunstancias, porque debe entenderse que se aprende de las derrotas y las victorias arrojan sólo holgazanería y confianza excesiva, como lo demostró Morena en estas elecciones y que deberá servirle de lección invaluable para ponerse a trabajar desde ahora, en lugar de pelearse.
Las derrotas electorales son una invitación a ver hacia adentro, no de desgastar al contrincante, y esta labor la entendió el PRD de tal manera que ahora se encuentra en posibilidades de arrebatar los cargos de elección popular más amarrados por algunos y que consideran propios de por vida.
PEGA Y CORRE.- Si debe cuestionarse a alguna institución por falta de precisión, puntualidad y transparencia es al INE, que esta vez se convirtió en un árbitro ciego y sordo ante anomalías, quejas, denuncias, alteraciones, etc. Tantas que pareciera que el INE es cómplice de las anomalías electorales en esta jornada electoral… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.