Ubicada sobre el Golfo de México, sus playas se dan de besos directos con el Océano Atlántico, y no solo; en este pequeño tesoro natural se encuentra un estuario, el punto mágico en el que el mar se junta con el río, de manera casi indistinguible, y dando lugar a un ecosistema rico en flora, fauna y enamorados.
Del lado del río Actopan existen lancheros que te llevan a dar paseos naturales a lo largo de sus manglares; los locales o los visitantes recurrentes ya tienen a su “gondolero” tropical de confianza.
En estos paseos puedes admirar distintas aves como garzas blancas de patas largas, algunos reptiles como las iguanas gigantes, y quizá uno que otro cocodrilo tímido. Los lirios flotan en la superficie del río, y se mueven lentamente, al ritmo cadencioso de los seres que no tienen prisa, con cangrejos diminutos que se aferran a sus raíces.
También hay paseos más lúdicos, en los potentes jet skis o en la célebre banana reboteadora, donde la caída de todos los navegantes será inevitable.
Los pilotos en estos lares aprendieron perfectamente las leyes de Newton en la secundaria de la vida.Del otro lado del estuario, el mar. No es un mar cinematográfico como el de Baja California; ni el azul, casi verde, vibrante y cristalino del Caribe. Más bien es de un azul obscuro, terroso, casi color arena.
La marea aquí sufre de bipolaridad, habrá veces que unas olas furibundas revuelquen a los desconcertados nadadores, y otras en que la parsimonia de las aguas asemejará a una alberca infinita, y la corriente se convierta en una caricia.
Origen: Chachalacas, Veracruz, la playa de mi vida | Alan x el Mundo