OPINION // DRA. CLAUDIA VIVEROS LORENZO// SIN MEDIAS TINTAS.
Nuestro futuro ha estado en llamas desde hace más de 20 días y estamos tan tranquilos, mirando como si no fuera importante. Todos somos unos hipócritas, compartimos videos, imágenes, memes y decimos preocuparnos, pero no es así. Estamos comodísimos sangrando al planeta. Haciéndolo una y otra vez, sin reparo, por nuestra comodidad, por nuestra ignorancia, por la tonta creencia de que éste, está a nuestra merced y que somos los amos del universo y que a todo le encontraremos solución.
La amazonia arde, y tal es la extensión de los incendios que afectan a esta región crucial para el planeta, que se ha declarado estado de emergencia en Brasil y alerta ambiental.
En lo que va del año se han registrado 74 mil incendios, una cifra que demuestra un aumento del 83% con el año pasado. Es el número más elevado desde 2013. Y no solo está afectado a Brasil, sino que también a regiones amazónicas de Bolivia, Paraguay y Perú. Una de las causas que se atribuyen a estos incendios es la temporada seca. Pero es un hecho que no existe el fuego natural, los agricultores o campesinos utilizan las llamas como herramienta para despejar áreas que primero talan, para crear espacio a sus animales o plantas. En una palabra para deforestar. El cambio climático contribuye al problema, pero no es la causa. Las diez municipalidades de la región con más advertencias de deforestación son las que más sufrieron incendios en el año.
Cuando la noticia corrió por redes, los señalamientos y reproches no se hicieron esperar, comparando la tragedia con la que se vivió en París al quemarse Notre Dame en abril de este año y la escasez de respuesta, pues está en llamas un pulmón del mundo. Los cuestionamientos llegaron: ¿acaso no importa la biodiversidad, la sostenibilidad ambiental, los pueblos imaginarios, las más de 600 especies de animales que se han quedado sin hogar? En minutos, en abril, se habían recaudado millones de dólares para trabajos de restauración de la catedral europea, y después de dos semanas en llamas, nadie se pone de acuerdo del todo, sobre qué hacer con los incendios en sudamérica.
Y todos señalamos. Pero no veo a nadie realmente haciendo algo por el planeta.
Me gustaría preguntarle: ¿cuántos árboles ha sembrado en su vida, y además de sembrarlos, a cuantos ha cuidado, regado y procurado?. Quiero imaginar que recuerda que desde la primaria nos han enseñado que las plantas son seres vivos.
Pero y además de cuidar un árbol, qué otra cosa hace realmente por mejorar la situación ambiental, que no sea seguir modas, como la que nos está pegando con el uso del plástico, a la que todos nos montamos para vernos súper “involucrados” pero que en fondo molestan, porque adoramos la “comodidad” y nos cuesta cambiar hábitos.
¿Cómo le va con el re uso de deshechos, con el mal uso de la electricidad, con el uso indiscriminado del automóvil, con el consumismo desorbitado de productos como el papel, el jabón o el chicle?.
Entre la ceguera de los gobiernos, la ambición del mercado y la indiferencia del pueblo, estamos caminando en línea recta al final de nuestra especie. Consciencia y acción inmediata es lo que necesitamos. Salir de esta zona de confort neoliberalista, en donde hemos globalizado todo, menos el juicio. Ese juicio que nos debe llevar a entender que la naturaleza es sagrada y que no está a nuestro servicio, todo lo contrario, debemos respetarla y adorarla, como ella lo hace con nosotros. ¿Ahora qué va a hacer?.