El mundo, a los pies del Real Madrid
MADRID — Real Madrid siempre será el primero. El primer campeón de Europa. El primero en hilar cinco Copas de Europa consecutivas. El primero en refrendar el título en la era Champions League.
El cuadro merengue se ha consagrado como el equipo dominante en Europa al conquistar su ‘Duodécima’ con una contundente victoria por 1-4 sobre la Juventus de Turín.
Cristiano Ronaldo sintió que tocaba el cielo. Un riflazo con la precisión que sólo él le sabe poner había adelantado al Real Madrid a los 20 minutos. Con su primer balón en la mitad enemiga, en la primera oportunidad del equipo merengue después de uno de esos centros medidos desde la banda de Dani Carvajal. Celebró con furia y megalomanía. Señalaba al suelo “¡Aquí estoy!” venía a decir.
Un gol que ponía al Madrid cerca de la ‘Duodécima’ y que parecía redondear la temporada blanca de manera simbólica pues además era el gol 500 de los merengues en la competición y 599 para el luso – 600 en la cuenta alterna; la que le atribuye un tanto de Pepe, hoy en la banca.
Pero junto a sus compañeros, su Real Madrid tuvo que sufrir buena parte de la noche antes de tener la certeza de que, efectivamente, acababa de pasar a la historia como el más poderoso de los que han atendido en Chamartín.
Mientras tuvo vida, la Juventus mostró temple y decisión de llevarse la Orejona a casa. Ni viéndose abajo en el marcador cambió su hoja de ruta: presionar, empujar hacia delante con agresividad, proteger a toda costa a Gigi Buffon. Desplegarse y replegarse a placer siempre incomodando al Real Madrid, reduciendo al mínimo a sus piezas clave.
Mientras Pjanic y Dybala desplegaban las alas y se adueñaban del medio campo, Dani Alves lo hacía en su banda derecha bloqueando a Marcelo, mientras Higuaín y Mandzukic se mantenían alertas a que apareciera la primera grieta en la zaga merengue.
Los italianos habían dado aviso en los primeros diez minutos con un par de remates de Gonzalo Higuaín y un disparo lejano de Pjanic que hizo volar a Keylor Navas. Pero no fue hasta el 27 en que pudieron materializar ese dominio con una de las estampas más lindas que han dejado las finales de la Champions League: el tanto con que Mandzukic puso el 1-1 con una chilena tras un control con el pecho.
Las caras largas en el cuadro merengue tras encajar el tanto despertaba dudas en el más esperan de los madridistas y no hicieron más que intensificarse en la recta final de la primera parte, pues no se veía por donde podían volver al partido.
Pero llegó el medio tiempo y la ‘magia’ de Zidane.
A la segunda parte volvió otro Madrid. Sus hombres habían recuperado la seguridad y renovado el compromiso con la historia que habían estado pregonando durante toda la semana.
en pocos minutos hicieron retroceder al rival hasta tenerlo atrincherado en su área. Y nunca es más peligroso el Real Madrid que cuando se dedica a bombardear sin la menor contemplación.
Lo intentaron todos y de todos los ángulos posibles. Luka Modric, Isco, Toni Kroos… pero fue Casemiro el que, a efectos prácticos, abrió el camino hacia la gloria. Apenas pasada la hora de partido, sacó petróleo de una mala entrega de la Juvetus para poner el 1-2 con un potente disparo desde fuera del área.
La Juventus se desfondó en ese momento. Congelados, los de Allegri no supieron cómo reaccionar y el Madrid, que llevaba rato jugando con toda la comodidad del mundo, sólo tuvo que mantener el ritmo hasta sellar la victoria.
Fue Cristiano, con su legítimo tanto número 600 con selección y clubes, y el número 105 en la Champions League, el que puso el 1-3 en el marcador después de una carrera sublime, casi hasta la línea de fondo, de Luka Modric.
Cristiano celebraba esta vez con la satisfacción de haber hecho la tarea al pie de la letra mientras en la portería italiana, a Buffon se le rompía el corazón mientras se despedía del sueño de reinar en Europa con su Juventus. De poner fin a esa historia torcida de la Juventus con las finales.
Asensio, que entró e la recta final, cerró la cuenta en tiempo de compensación casi a modo de autopremio con túnel incluido. Para entonces, al cuadro italiano ya no le quedaba ni voluntad.
Para entonces hacía rato que Madrid gozaba de su fiesta a modo de premios; el de Bale, que por lo menos podrá contar que tuvo diez minutos testimoniales en una final jugada en su casa. El de Isco, ovacionado cuando dejó su lugar a Marco Asensio. El minutito regalado a Morata ante su ex equipo. El de Zidane, alguna vez el más grande sobre la cancha, y hoy, en el banquillo. El único que ha logrado llevar a un equipo a refrendar el título de Champions League.